Ti racconto la mia storia a Vicenza con un tweet / Te cuento mi historia en Vicenza con un tuit.

Una fiesta española en Vicenza sin…

Imagine querido estudiante que está en el centro del pequeño casco antiguo de Vicenza. En ese punto céntrico hay un miniapartamento de apenas cuarenta metros cuadrados.

Sí, lo tiene justo ahí delante. Es esa fachada de no más de cuatro metros de largo por unos dos y medio de alto, con esas dos pequeñas ventanas de un metro de lado y separadas por dos metros de distancia, una de la otra.

Si mete la cabeza por una de esas minúsculas ventanas, usted estudiante, verá un salón, una cocina y un pasillo. Todo comprimido en treinta y cinco metros cuadrados. Los cinco metros restantes estarían en el cuarto de baño: puerto escondido, lo llama el anfitrión.

Si sigue mirando verá a diez personas de pie que charlan y escuchan música de fondo de un viejo radiocasete, que propaga esa música a tres metros de distancia, es decir, a cada rincón del salón-cocina-pasillo.

Si se fija, querido estudiante, ahora verá que una de esas personas observa con una mezcla de curiosidad dudosa el plato de tortilla, los de tapas y el de pan con tomate que ocupan por completo la mesa-armario-muro que tiene cerca.

Y de repente va a ver, siempre usted estudiante, que esa persona se atreve a pillar un pincho de tortilla y se lo lleva a la boca. Tras su gesto aprobador y en desbandada hambrienta, un parroquiano tras otro se lanza a por otro pincho de tortilla, y después otro, y otro más, y una tapa de olivas y otra de bravas con alioli y luego un trozo de pan con tomate y la lonchita de jamón qué buena que está. Tapa tras tapa y vaso de sangría en menos de dos minutos han finiquitado casi todo lo que el anfitrión, en todo un largo día de trabajo, había preparado para ellos.

Solo los berberechos en su salsa gris azulada hacen aún gesto de presencia solitaria.

Imagine, querido estudiante, su boca llena de sabores: suaves o picantes, salados o dulces, blandos o duros. Sabores y olores. Tacto y gusto. Todo mezclado con la música de fondo, conversación y calor. Calor exponencial. Sed presencial.

Y es ahora cuando usted estudiante va a oír que uno de ellos instintivamente pregunta: ¿abrimos la botella de prosecco? La respuesta por supuesto será: ¡venga! ¡Claro!

E igual de instintivamente, el anfitrión, que soy yo, piensa: ¿y el sacacorchos?

Efectivamente, querido estudiante, no había espacio para el sacacorchos


Nota bene: ¿Qué es un sacacorchos? se preguntará querido estudiante. Aquí tiene la respuesta.

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