Casa Berica
Hay un nombre en Vicenza que siempre me hace pensar por qué: es un lugar y está en lo alto del olimpo vicentino.
La primera vez que estuve allí era todavía verano, llevaba unos meses en la ciudad y nunca había subido hasta allí. Me llevaron en coche porque subir a pie era largo y cuesta arriba, me dijeron. Podía subir por las escaleras del monte o por la carretera, pero era mejor en coche insistieron.
Me llevaron allí arriba porque había una fiesta y no me la podía perder, me aseguraron. Yo dije que sí, que tenían razón, no me la podía perder.
La fiesta era en una plaza circular, grande y panorámica. De hecho, se llega a ella por una carretera que corre al lado de un larguísimo pórtico de arcadas y columnas blancas que suben desde la ciudad hasta el monte.
Encima de ese monte está el lugar más querido para un vicentino, me contaron con profundo entusiasmo. Era justo delante de ese idolatrado lugar que estaba la plaza donde se celebraba la fiesta. Todo ello bajo una enorme y altísima bandera de Italia.
Ante la mejor vista de la ciudad y territorio vicentinos centenares de ciudadanos daban rienda suelta a su espíritu festivo, bebían sin ton ni son y bailaban al son de decibelios de música electrónica y rock. No sabía cómo, pero me sentía como en casa.
Era el ocho de septiembre y se celebraba el santo patrón de Vicenza, me explicaron. Más bien la santa patrona. Porque era ella, la Virgen de Monte Berico la protagonista. Y justo ahí, a escasos metros de esa plaza endiablada estaba su santuario. De cada vez me sentía más a gusto y no entendía por qué.
No sé si fue la música, el ambiente, la juerga, la marcha o el divino Baco, pero no podía quitarme de la cabeza ese nombre: Berico.
¿Por qué se llama así? Y sobre todo, ¿por qué me transporta al otro lado del mediterráneo?…
Un pensiero riguardo “Uno spagnolo a Vicenza/ Un español en Vicenza”