Uno spagnolo a Vicenza / Un español en Vicenza

El chófer-estudiante

Buenos días, dice en italiano mi nuevo alumno cuando se presenta en clase.

Es un señor de unos cincuenta y muchos años. Vestido con traje gris y corbata roja. Pelo ralo peinado hacia atrás.

Parece salido de un despacho de abogados. Sin embargo, me explica que es chófer. Chófer del presidente, aclara.

El presidente de qué, pienso para mis adentros. Será un presidente de altura, imagino, o por lo menos con buena cartera. Mi nuevo estudiante acaba de empezar un curso individual de sesenta horas. Todas para él.

Supongo que para mi nuevo chófer-estudiante es acuciante aprender español. Sesenta horas no son pocas.

Después de dos o tres clases empiezo a ponerlo en duda. Después de cinco o seis me queda claro que no. Que le da igual no aprender nada.

Lo único que le importa es el presidente. Ah, el presidente, exclama alarmado, cada vez que le entra una llamada de teléfono. Se levanta, sale de clase y responde. Entra, se sienta relajado y deja el móvil a su lado sin dejar de mirarlo. Yo sigo dándole clase en español. Él sigue mirando el móvil y respondiendo en italiano. Y todavía tenemos cincuenta horas más de clase.

Así es que entre, ah el presidente, salir y volver a clase, y no pronunciar una palabra en español, transcurren veinte clases con sus treinta horas, mil ochocientos minutos y ciento ocho mil segundos.

Antes de la siguiente clase me comunican que el presidente ha llamado: su chófer ya no volverá, el presidente lo necesita.

Y, ah por las sesenta horas, que no me preocupe, el presidente se ocupa.

¡Viva el presidente!…