Ti racconto la mia storia a Vicenza con un tweet / Te cuento mi historia en Vicenza con un tuit.
Yo y Fátima
Ella se llamaba Fátima. El ni idea. No me acuerdo porque desde el primer momento quise borrarlo de mi vida.
Ella era amable, curiosa, buena, en suma, una persona agradable con la que compartir piso. Él, orgulloso, dominante y sobre todo, ignorante, es decir, el tipo de persona que más desprecio porque no vale nada pero piensa y actúa como si lo valiera.
El piso que alquilaban en un barrio de edificios del boom de los sesenta envejecidos por el tiempo y la dejadez de sus dueños y moradores tenía la única habitación de alquiler que podía permitirme en aquel momento. Un cuarto estrecho y alto donde cabían todas mis cosas y yo, incluida mi bici de montaña.
Fátima estaba solo por las tardes después del trabajo. Durante el día limpiaba casas. A eso de las seis y media llegaba y se ponía a ordenar, limpiar y cocinar para la cena o el almuerzo. Para que él comiera a mediodía cuando estaba y cenara cuando se dejara caer por las tardes, que solían ser raras. Porque él estaba siempre por las mañanas, más bien tarde cuando se levantaba y desayunaba. Después desaparecía.
Así que pronto por las mañanas o por las tardes yo y Fátima charlábamos, cocinábamos o limpiábamos. Ella toda curiosa, me preguntaba sobre mi vida, mi trabajo, España y el español. Él raramente me hablaba más bien refunfuñaba. Solo contadas veces me dirigió la palabra, sobre todo cuando le interesaba: un día quiso que yo le rellenara un formulario en italiano para el ayuntamiento. Él no habría sido capaz (no lo dijo) y Fátima no estaba.
Debí de estar unos cuatro o cinco meses en aquel cuarto del piso de Fátima y marido. Un día pronto por la mañana le dije a Fátima que me iba. Que había encontrado otro sitio. Ella respondió que se lo esperaba aunque su mirada indicaba que lo sentía. Aun así añadió que así tendrían sitio para el hijo que nacería. Yo le contesté que me alegraba intentando esconder mi pena…