2002 – 2022

Si este español en Vicenza del 2002 pudiera agenciarse una máquina del tiempo para visitarme esta tarde en mi casa encontraría sustanciales diferencias y notables parecidos.
De pronto le asombraría lo mucho que envejecen veinte años.
Y seguido notaría ese flequillo casi inexistente y ese cuero cabelludo lleno de telarañas.
¿Se alarmaría por esa frente tan arrugada? Dios qué arrugas más largas. ¿Las tendrá siempre ahí?
Y en esos ojos vería también la cristalización del tiempo, su anchura y mayor forma esférica. Aunque las pupilas marrones no han perdido los destellos claros que las esclarecen por efecto del sol aun veinte años después.
Pensaría que conserva la ligera miopía de antes. Esas gafas no son muy gruesas. Aunque antes las lentillas no te lo dejaban ver.
¿Se horrorizaría por esos largos surcos que antes ni se entrevían? Qué se le va a hacer. Veinte años son veinte años.
La barba de tres días le confirmaría que no he cambiado: ya antes era de barba de días y pelos faciales.
Y, ¿se preguntaría por esos labios? El superior sigue siendo igual de fino y largo. Qué recórcholis le pasa al inferior.
Aprendería qué significa COVID y que a mí también me ha tocado…
