Ti racconto la mia storia a Vicenza con un tweet / Te cuento mi historia en Vicenza con un tuit.

Estamos en verano, así que el vicentino, desaparece.

Mi primer verano vicentino fue en el 2002. Era agosto, quizá la segunda semana. Debían de ser las cuatro de la tarde cuando yo subía con mi bici por Corso Fogazzaro, y no había nadie en la calle. Ninguna persona. Nadie tomándose algo en una terracita. Nadie entrando o saliendo de una tienda. Nadie paseando por la calle. Nadie conduciendo un coche. Nadie en un balcón. Nadie, nadie, nadie menos yo pedaleando.

Había puertas cerradas. Ventanas cerradas. Bares cerrados.

<<¡Ay!, ¡Qué mal!>>, pensé añorando las terracitas de verano.

Había tiendas cerradas a cal y canto. Solo había un letrero: Cerrado por vacaciones.

Tampoco había nada. Nada de movimiento. Nada de ruido. Nada de jaleo. Nada de vida. Vicenza estaba muerta.

De repente, desde lo alto de la calle oí música. Parecía la radio de un coche. Un coche que, en esa calle desierta, sonaba tan ruidoso como un camión.

Notaba cómo la música se me acercaba, cada vez sonaba más fuerte y viva. Era un coche no muy grande, pero iba lleno. Eran cinco jóvenes alegres cantando al compás de la música y moviéndose como si estuvieran en una discoteca. Sus cabezas se movían de un lado a otro, sus brazos entraban y salían de las ventanillas del coche. Era una fiesta. Un jaleo en movimiento.

Los tenía casi delante cuando me fijé en la matrícula. Parecía italiana, pero con letras más grandes. Letras negras sobre fondo blanco. Con una letra en la izquierda seguida de varios números y dos letras en la derecha. La de la izquierda decía: M.

El coche me pasó. Giré la cabeza. En el cristal de atrás llevaba una pegatina con tres franjas de colores: rojo, amarillo y rojo. Y una E en el centro que me pareció enorme.

¡Ay!, exclamé

Un pensiero riguardo “Uno spagnolo a Vicenza / Un español en Vicenza

Lascia un commento